Son numerosas, y muy variadas, las historias que hablan de la solidaridad entre los perros y los hombres, por un lado, y de la crueldad que los hombres ejercen sobre los hombres, especialmente sobre los que fuman, de otro. Lo raro es dar con un caso en el que se resuman las dos patologías y, sin embargo, existe. Me lo contó el otro día una amigo. Un amigo de un amigo de un primo de un vecino de otro amigo, vive en un lugar cerca de un bosque con ardillas que comen de las manos, donde transcurre, apacible, la vida. Los habitantes tienen sus casas cerca del trabajo, los niños van andando a su colegio, de manera que cuando abren la puerta lo primero que ven es un conjunto de árboles que invitan con su silencio a la meditación.
Por lo visto, uno de los vecinos, ( el amigo, del amigo....) es fumador. Naturalmente, nadie allí conoce este vicio oculto que, de ser descubierto, le costaría casi la expulsión de tan idílico paisaje y la crítica de sus convecinos por tan sucio vicio. El hombre lleva desde hace años una doble vida, ya que ni siquiera su mujer lo sabe. Si algún día se enterara de que ha estado viviendo con un drogadicto, probablemente se suicidaría al pensar en esos besos impregnados de nicotina que intercambió con él; eso, en el caso de que se besen en la boca. En cualquier caso, el desprestigio social sería tan insoportable que de todos modos tendría que poner fin a su vida o el destierro.
Pues bien, este dulce y feliz matrimonio tiene un perro, un San Bernardo, que es el único que conoce el vicio oculto de su amo. De manera que cuando ve que está nervioso, porque necesita una dosis, le coloca la pata sobre la rodilla y ladra. Entonces, la mujer del amigo dice: “Saca al perro, ¿no ves que quiere hacer sus cosas?”. Así, el animal y el hombre se internan en el bosque y cada uno, detrás de un árbol, hace lo suyo.
¡¡¡ Tía Rosa, si quiero fumar, déjame en paaaaaaaaaaaaaaazzzzzzzzzzzz !!! Prometo poner todo mi empeño y no molestarte.
Haré yo lo mismo, cuando necesite una dosis de algo le pediré al perro que ponga la pata sobre la rodilla y ladre.
Los besos con o sin tabaco son una delicia.
A mi últimamente me dan la charla que debo dejarlo, pero realmente no me apetece, me gusta fumar y de momento no lo pienso dejar.
Besos con humo ;)